Mauricio Macri eligió a Miguel Ángel Pichetto por necesidad política. Si Macri no hubiera fracasado en su plan económico, su compañera de fórmula hubiera sido una dirigente del PRO (Patricia Bullrich o Carolina Stanley), y Pichetto hubiera terminado su carrera parlamentaria a fin de año. Pero el Presidente fue golpeado por los mercados, la sequía y sus errores económicos, y no le quedó otra alternativa que «abrir» su gobierno para evitar una eventual derrota frente a Alberto Fernández y Cristina Fernández. Ahí, apareció Pichetto.

El senador peronista ejecutó órdenes de Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y CFK, y siempre cumplió con lealtad. Pichetto será leal a Macri, aunque a diferencia de su gestión parlamentaria, pujará por sus perspectivas y creencias. El candidato a vicepresidente de Juntos por el Cambio asume que ya no es un operador en el Congreso, y que su protagonismo es clave para sumar peronismo a un proyecto de poder que perdió millones de votos por defraudación política.

En este contexto, Pichetto pretende influir en relaciones exteriores, defensa, economía, seguridad, desarrollo social y agroindustria. El candidato a vice es un personaje ambicioso y asume que su tiempo le ha llegado. Ahora dependerá de Macri y del resultado de los comicios contener su ambición y explicitar los limites políticos.

Pichetto es necesario al Presidente porque agrega una cuota de realpolitik a un gobierno que estaba muy concentrada y atado a las encuestas cualitativas. Sin embargo, el gobierno tiene un jefe de Gabinete muy poderoso y que además es amigo personal del Presidente. Eso implica que la toma de decisión de Macri respecto a Pichetto será complicada y dejará rastro político.

Si ocurre, será después de los comicios presidenciales. Un momento crucial para la trayectoria política del Presidente, su candidato a Vice y el jefe de Gabinete.