Sergio Massa analizó los resultados de las PASO y llegó a una rápida conclusión: había estado solo frente a Javier MIlei y Patricia Bullrich. Entonces, el ministro de Economía inició una larga marcha por adentro del peronismo y advirtió a sus aliados que podía quedar afuera de la segunda vuelta y con Milei rumbo a Balcarce 50.
Los gobernadores, intendentes bonaerenses, diputados y senadores nacionales, sindicalistas, movimientos sociales y Máximo Kirchner asumieron el mensaje de Massa y su clave interna: «Si yo me voy a mi casa, ustedes también», señaló el candidato oficialista al constatar la molicie de los principales referentes de aparato peronista.
Y desde allí la campaña de Massa se transformó en un voraz aparato peronista que exige el compromiso de los barones del conurbano. Los intendentes justicialistas sacaron mucho más votos que el candidato a gobernador, Axel Kicillof, y sólo aspiran a preservar sus espacios de poder.
Massa los entiende, pero necesita que estén a su lado cuando recorra la primera y la tercera elección, que son claves para vencer en las comicios de la Provincia de Buenos Aires. Los intendentes dijeron que sí, aunque será muy difícil de ejecutar esa decisión política. Hace años que detentan el poder en la primera y tercera sección electoral, y no quieren correr riesgo con el candidato oficialista.
Si los intendentes cumplen con su palabra, Massa tendría posibilidades de llegar al balotaje en contra de Milei, que se mantiene al tope de la imagen pública positiva. Un acontecimiento político que exhibe una extraña lógica electoral: cada vez que el candidato liberal opina -no importa sobre qué-, y es inmediatamente cuestionado por los partidos tradicionales o ciertos medios de comunicación, suma votos y más votos.
Massa lo sabe, y prepara el antídoto.