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Contacto en Washington

Contacto en Washington

Notas

William Brownfield, secretario de Estado Adjunto para Asuntos Internacionales de Narcóticos, entró como una tromba al living de la embajada americana. Ya había almorzado con un selecto grupo de invitados –Pinedo, Garavano, Gorgal–, y ahora tenía una ronda de prensa con cuatro periodistas locales, que lo esperaban cambiando figuritas sobre los próximos viajes de Mauricio Macri a Macao y New York.

Brownfield es un halcón del Departamento de Estado, fue embajador en Colombia, Venezuela y Chile, y llegó a Buenos Aires para cerrar acuerdos bilaterales tras un período de enfriamiento diplomático dispuesto por orden de Cristina Fernández.

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El subsecretario de Estado aseguró que Estados Unidos y Argentina pueden coordinar acciones para monitorear los vuelos clandestinos que cruzan al país desde la frontera norte y explicó que sólo es necesario «un acuerdo bilateral» o un «pedido del país» para ejecutar una política común contra los aviones narcos que llegan desde Bolivia y Colombia.

–¿Estados Unidos puede ayudar aportando información para detener o condenar operaciones de lavado?–preguntó Leviathan.

–Sí. Pero se necesita que haya un acuerdo bilateral, y que los delitos que se juzguen en Argentina tengan un correlato con nuestra legislación–, contestó Brownfield.

–¿Cualquier delito?–insistimos.

–Cualquiera. También pueden ser situaciones que se estén dando en tiempo real–, amplió el embajador.

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Eso implica que el juez Sebastián Casanello y el fiscal Guillermo Marijuán podrán recurrir al Departamento de Estado para solicitar información sobre las distintas operaciones de lavado que hizo Lázaro Báez y su entorno con los millones de pesos que cobraron por la obra pública que le concedieron Néstor y Cristina Kirchner.

Al promediar la ronda con los periodistas, Brownfield sostuvo que Argentina no es un país productor de droga porque no exporta sus propios cultivos y enfatizó que una nueva etapa bilateral se había abierto con Estados Unidos después de la visita de Barack Obama a Buenos Aires.

–¿Esto es así, más allá de los comicios en noviembre?–, pregunté.

–(Sonrisas) Sí. Es política de Estado.

La Casa Blanca apuesta por Hillary Clinton, pero Donald Trump es un fenómeno político que sorprende a Washington. Y por eso nadie asegura que la candidata demócrata suceda a Obama en enero de 2017.