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Fractura expuesta

Fractura expuesta

Notas

Martín Guzmán es ordenado y entiende las jerarquías políticas. Jamás hubiera decidido eyectar al subsecretario Federico Basualdo sin el consentimiento de Alberto Fernández. Pero esa simple decisión política exhibió la compleja relación de poder que mantiene Cristina Fernández de Kirchner con el Presidente: Basualdo aún resiste en su cargo, y Guzmán cavila qué hacer en su despacho de ministro de Economía.

Alberto Fernández no prescindirá de Guzman y enfrenta una fuerte presión interna de La Cámpora. No se trata de un movimiento político ejecutado sin pericia por un académico de Columbia. El affaire Guzmán-Basualdo pone de manifiesto que CFK tiene una perspectiva para negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el jefe de Estado otra distinta y contradictoria.

Alberto Fernández considera que se pueden refinanciar los vencimientos de septiembre y diciembre con los denominados Derechos Especiales de Giro (DEG), mientras que la vicepresidente opina que esos 4.500 millones de dólares aportados por el FMI se deben usar para satisfacer demandas sociales.

El Presidente comparte el diagnóstico social y económico de Cristina, pero a continuación sostiene que sin acuerdo con el FMI todo se complicará en los meses siguientes. En este punto, la contradicción en el poder aparece nítida: Alberto Fernández tiene una hoja de ruta, y CFK otra distinta.

Entonces, el Frente de Todos ingresó en una crisis de toma de decisiones que puede afectar la imagen presidencial y pone a Guzmán cerca de su salida. El ministro tiene que negociar con el FMI un nuevo acuerdo, y a la vez no tiene poder de fuego para lograr la renuncia de un subsecretario kirchnerista.

Hasta ahora, en todas las crisis palaciegas, Cristina impuso su voluntad.