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Marcha por la Vida

Marcha por la Vida

Notas

Marcha por la Vida es un concepto ideológico que apunta a preservar la memoria de los seis millones de judíos asesinados en los campos de exterminio que desplegó el nazismo en Europa, educar a miles de personas que desde hace treinta años participan de sus actividades en Polonia e Israel y demostrar que la condición humana sobrevivió a la locura consciente y sistemática aplicada por Adolfo Hitler y sus genocidas para alinear a casi toda la sociedad alemana con su sueño personal/pesadilla histórica que se conoció como Tercer Reich.

Marcha por la Vida es un viaje a la memoria y a la ética que empieza en Varsovia, continúa en Cracovia y termina en Tel Aviv y Jerusalén. Es una actividad destinada a los judíos que interpela al raciocinio humano y apunta a consolidar la conciencia personal respecto a la necesidad de defender la vida, la libertad, la etnia , la pertenencia religiosa y la inclusión social. Hace pocos días se cumplieron 30 años de Marcha por la Vida y 70 años de la Independencia del Estado Israel, y decidí participar de todas sus actividades.

Fue una experiencia que me marcó para siempre y que los organizadores deberían extender su participación a todas las personas de buena fe que hay en el mundo. La consolidación de la consciencia global, desnudando la masacre del nazismo y demostrando que Israel es un caso único en la historia de las naciones, no debería pertenecer únicamente a los judíos. Dos semanas haciendo Marcha por la Vida, incluyendo a quienes son judíos y a quienes no lo son, implicaría una avance sin precedentes en la comunidad mundial que aún soporta a negacionistas y neonazis.

Cuando Estados Unidos y la Unión Soviética avanzaban desde Normandía y Moscú rumbo a Berlín para derrotar a Adolfo Hitler, su régimen asesino dispuso cerrar los campos de concentración y exterminio para borrar las huellas y aniquilar a los judíos que aún estaban vivos. Corría 1944, y las SS obligaron a miles de espectros humanos marchar hacia la muerte. Ya eran una sombra que finalmente sería aniquilada entre la nieve, el hambre y los vagones que se movían con desdén llevando su carga rumbo al presunto olvido.

Ese final impiadoso, forzado por la maquinaria nazi que perdía la guerra mundial, es reivindicado por Marcha por la Vida. Un acto inédito en la vida de todos los que participaron, un acontecimiento ideológico con infinita capacidad para demostrar que la condición humana es capaz de sobrevivir a un régimen que asesinó a seis millones de judíos.

Hay oscuridad y tragedia en Polonia. Los nazis desplegaron campos de concentración y de exterminio. Y salvo unos pocos que se levantaron en el Ghetto de Varsovia o en la rebelión de 1944, la mayoría de los polacos fue colaboracionista o callaron ante el infierno nazi. En Marcha por la Vida recorres los hornos, las barracas, los baños, los paredones, los depósitos y las oficinas de Majdanek, Treblinka y Auschwitz-Birkenau. Y en todos los casos, dos preguntas se repitieron al infinito: ¿Por qué nadie detuvo la masacre?, ¿cuando se transformó en polvo la condición humana? 

Las cenizas de los muertos se usaban como abono.

Sus dientes de oro, eran arrancados de los cadáveres.

Los zapatos y las valijas se apilaban como testigos inertes de la tragedia.

La esposa de un comandante usaba la piel de los asesinados para decorar su casa en el campo de exterminio.

1.500.000 de chicos fueron exterminados.

Peines, cepillos de dientes, ralladores, platos de aluminio, hebillas para el pelo, muletas, muñecas, fotos, documentos, estrellas de David. Evidencias cotidianas de la solución final.

Marcha por la Vida asigna una semana a Polonia. Y después viajas a Israel.

El contraste ayuda a la reflexión. Se cumplían 70 años de la independencia israelí, y los resultados a la vista. Un país con las dimensiones de Tucumán que enfrentó guerras con todos sus estados vecinos, y que pertenece a la OCDE, tiene escasa inflación y es potencia en tecnología, big data, inteligencia artificial y ciber seguridad. Un milagro. El milagro israelí.

El festejo de los 70 años de la independencia encontró a Israel en una fiesta popular protagonizada en las calles de las principales ciudades. Estuve en Jerusalén: todas con banderas, en armonía, sin choripan, micros, ni planes de trabajo. 70 años atrás, dejaban el control de los ingleses y se enfrentaban a una fuerte ofensiva árabe. Aún lloraban a sus muertos –6 millones de judíos–, y debieron avanzar sobre un enemigo que buscaba nuevamente su  exterminación.

No ocurrió: la tragedia del Holocausto dejó una enseñanza imprescriptible.

Se puede sintetizar con una frase que escuche en Treblinka: «nosotros, los judíos, ya no nos subimos a los trenes». 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Polonia fue escenario del Holocausto. En plena Segunda Guerra Mundial, los nazis desplegaron campos de concentración y exterminio en territorio polaco para ejecutar la denominada solución final. No hubo piedad para nadie: niños, adultos, ancianos, fueron llevados al matadero sin parpadear. Seis millones de judíos fueron transformados en humo y cenizas. Solo quedaron algunas fotos que el fuego no consumió, miles de pares de zapatos y sus valijas de cartón que jamás llegaron a destino.