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Espíritu de clase

Espíritu de clase

Notas

Mauricio Macri sabe cómo fueron las relaciones de poder entre el gobierno de turno y los empresarios. Un Estado sonámbulo que sólo respondía a los estímulos del poder, emitidos por un clan poderoso que manejaba las palancas de la economía y articulaba a la perfección con los sindicatos y ciertos medios de comunicación. La embajada de Estados Unidos y la Iglesia Católica bendecían esa alianza de poder, y no importaba si en la Casa Rosada había un dictador o un presidente. La excepción corrió por cuenta del clan Kirchner, que obvió a la Embajada, soslayó a la Iglesia y se asoció al Estado y al gobierno para apropiarse de un número infinito de fondos públicos. Esta matriz de negocios y poder tuvo excepciones, pero el común denominador exhibe a empresarios nacionales que crecieron bajo la sombra de un estado que los protegía de la competencia externa.

Cristina Fernández conversa con Juan Carlos Lascurain, ex titular de la UIA. Estuvo preso por un negocio que hizo con la familia Kirchner vinculado al escándalo de Río Turbio.

Macri ahora apuesta al libre comercio y sostiene que la única manera de crecer es compitiendo. El Presidente empuja una política de Estado que cuestiona cierto credo empresarial. Su ministro de Producción, Francisco Cabrera, marcó la cancha en Mendoza cuando instó a los empresarios a que «dejaran de llorar». Esa bofetada pública, sumada a ciertas opiniones reservadas de Macri (aseguró en una reunión de gabinete que los empresarios sufrían con Guillermo Moreno una especie de Síndrome de Estocolmo), abrió una inesperada batalla mediática entre el gobierno y la Unión Industrial Argentina (UIA).

Cabrera, Peña, Cornejo y Etchevehere en la Fiesta de la Vendimia. Ahí empezó la pelea pública con los empresarios nacionales.

El titular de la UIA, Miguel Acevedo, es un componedor nato. Con las declaraciones de Cabrera y las opiniones de Macri aún en la primera plana de los medios electrónicos, instó a bajar los niveles de tensión y abrió una ventana de negociación entre la Casa Rosada y la UIA. Marcos Peña, jefe de Gabinete, tomó la oportunidad y convocó a una reunión en la Casa Rosada. Se trata de un gesto político que no cambiará la puja de fondo: Macri empuja la competencia, y los empresarios de la UIA entienden su esquema de gobierno. Pero replican que aún hay alta inflación, que no bajan los costos logísticos y que Donald Trump protagoniza una batalla inédita a favor del proteccionismo.

Tras la reunión del lunes en Jefatura de Gabinete habrá sonrisas de ocasión y declaraciones conciliatorias. Pero la tensión permanecerá intacta. Macri sostiene que los empresarios sólo miran sus intereses comerciales, mientras que los empresarios consideran que Macri busca un enemigo poderoso para recuperar su imagen pública perdida.

El ejercicio del poder puede aniquilar al espíritu de clase.