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Diplomacia

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Notas

Estados Unidos tiene a América Latina como su patio trasero, una posición geopolítica que coronó en tiempo de la Guerra Fría contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Los países de la región oscilan entre la resistencia, el plegamiento o la compleja decisión política de bascular frente a cada hecho puntual. Y cada una de estas posiciones responde al perfil del Presidente o a las necesidades de ese país en un tiempo determinado.

Carlos Menem se plegó, Néstor Kirchner combatió. Los dos ocuparon la Casa Rosada, y los dos se posicionaron distinto ante la Casa Blanca. Uno con George Bush, padre. El otro con George Bush, hijo.

En las relaciones bilaterales con Estados Unidos hay una clave perpetua: si necesitas a Washington -no importa para qué- tenes que ceder una parte de tu autonomía en el control de tu propia agenda diplomática. Y si decidís aislarte, el Salón Oval te va a asfixiar hasta que anuncies tu visita oficial a DC.

Alberto Fernández necesita a Donald Trump para cerrar el acuerdo con los acreedores privados de la deuda externa y negociar con éxito un nuevo programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Trump está en campaña electoral y su reelección corre peligro. El Presidente tiene derecho en cuestionar la agenda geopolítica de Estados Unidos, pero esa decisión causa efectos institucionales, aunque sean silenciosos y secretos.

Si Alberto Fernández extraña a Hugo Chávez o Evo Morales en el poder, es un sentimiento personal respetable. Sin embargo, si ese respeto personal se transforma en una cuestión de Estado y afecta la situación económica de la Argentina, el presidente habría cometido un error diplomático grave. Trump puede ordenar que «haya rienda corta» con el país, y desde ese momento todo puede complicarse con los bonistas de Wall Street y el FMI.

Alberto Fernández podría haber expresado sus críticas a Trump de otra manera -más sutil o a través de una carta personal y reservada-, en lugar de actuar cómo si aún participara de las asambleas universitarias  en la Facultad de Derecho. No se trata de callar, sino de actuar con inteligencia. Cuando no tenes poder real, el cálculo racional es el mejor método para hacer política exterior.