La educación pública es intocable en la Argentina. Es el único recurso que existe para ascender en la escala social que no implique fondos millonarios ni influencias poderosas. Entrar en la Universidad y terminar la carrera es un desafío personal que se corona por los esfuerzos propios y familiares. Nada es más valioso en el inconsciente colectivo: llegó del barrio una mañana a la facultad, y años después se había recibido como profesional. El sueño de la clase media.

Javier Milei avanzó contra ese sentimiento, y pagó. Fue irresponsabilidad política: no subo distinguir el valor de la Universidad frente a las cajas universitarias. Los claustros no se deberían amenazar; a los corruptos que los echen a patadas. Al Presidente -ahora- le toca el turno de reparar el error y apoyar las auditorías internas.

Miles de jóvenes que ocuparon las calles del centro son su corazón político. Pero ellos optaron: creen en la universidad y asumen que el voto por un candidato es una decisión que puede cambiar cada dos años.

Mientras tanto, Cristina, KIcillof, Massa y Moyano -entre otros- aprovecharon el espacio para recuperar presencia política.

Corsi y ricorsi.