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Legitimar el absurdo

Legitimar el absurdo

Notas

Frente a la corrida financiera, el gobierno resolvió la crisis manteniendo las tasas al 40 por ciento y ofreciendo un generoso negocio a los bancos y a los inversionistas de Estados Unidos. Carne argentina para los tiburones de la City y Wall Street. Nada inédito en la historia nacional.

Para dar una señal a los mercados -que hicieron negocios durante toda la corrida–, Mauricio Macri anunció que se pediría ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), un organismo multilateral conocido por sus planes de ajuste y su insensibilidad social. El FMI sostiene que es distinto a los años del Consenso de Washington y prometió aceptar los recortes decididos por el gobierno a cambio de un crédito Stand By. Hay que llevar el déficit fiscal de 2.5 del PBI a 1.7 del PBI, acorde a la información que llega desde DC.

Macri sostiene que no se tocará un centavo de la ayuda social y que no se reducirán las pensiones y jubilaciones. El Fondo aceptó este criterio y sugirió que se suspenda la baja de las retenciones al campo. De esa manera, se podía recortar el déficit fiscal sin castigo a los jubilados y a los sectores más golpeados del país. El Presidente puso en estudio este planteo hasta que el campo se enteró de la sugerencia del FMI. Todo fue para atrás: son votos de Cambiemos y se acerca la exposición rural. Aún se recuerda la silbatina a Raúl Alfonsín. Las corporaciones siempre juegan con la memoria colectiva.

Hasta ahora, la secuencia es fácil de seguir. Negocios para los bancos y los inversores, viaje al FMI y protección de las retenciones al campo. Llegó el turno de las empresas y el comercio. Con una tasa del 40 por ciento es imposible de acceder al crédito y con una depreciación del peso cercano al 20 por ciento no hay forma de evitar las remarcaciones de los productos de la canasta familiar. El gobierno prometió créditos blandos –aun no dio plazos ni montos– y amenazó a los comerciantes que remarcan los precios. Es sólo un ejercicio medíatico: Cambiemos cree de manera absoluta en la libertad de comercio, y no traicionará uno de sus cánones básicos.

Como la inflación se disparó, los gremios y los movimientos sociales exigen abrir las paritarias y poner los sueldos y la ayuda social a la altura de las circunstancias. Un reclamo justo ante semejante distorsión de precios y costos. El gobierno tiene una actitud pasiva y la oposición montada sobre reclamos justos avanza sobre la Casa Rosada. Usan como trinquete el aumento de las tarifas, un política de estado que aplica Macri para resolver los años de saqueos y malas prácticas ejecutadas durante los años de Cristina y Julio de Vido.

Si Macri no responde a las demandas sociales, causa un vacío político que será ocupado por la oposición. Cuando hay necesidades cotidianas, la sociedad en crisis olvida las trayectorias y prontuarios de los líderes de turno. Si esos dirigentes se hacen cargo de las circunstancias, los desconocidos de siempre vuelven a apostar porque no llegan a fin de mes y el Presidente en funciones no ofrece alternativas acorde a la coyuntura. Macri convalidó políticas de Estado a favor de los mercados, los bancos y el campo, mientras que aún duda en anunciar medidas que contengan los aumentos y permitan a las empresas acceder a créditos blandos que mantengan el crecimiento de los últimos trimestres.

La ausencia de reacción oficial frente a las consecuencias sociales de la «turbulencia de los mercados», legitima por el absurdo a ciertos dirigentes que demostraron su inconsistencia en años anteriores. El poder aborrece el vació. Y si Macri no acciona y decide, otros ocuparan su lugar.

Se trata de una regla básica de la política. Sergio Massa y Hugo Moyano la conocen de memoria.